Misión PVC: De Vigo a Santiago por los materiales perfectos

Hay proyectos en casa que empiezan con una idea y acaban convirtiéndose en una pequeña odisea logística. Eso es exactamente lo que me pasó recientemente cuando decidí que necesitaba unos perfiles específicos de PVC para rematar la reforma de una pequeña terraza cubierta aquí en Vigo. El PVC me convencía por su durabilidad, su bajo mantenimiento y su buen aislamiento, pero encontrar exactamente lo que tenía en mente no resultó tan sencillo como esperaba.

Empecé mi búsqueda, como es natural, por los almacenes y distribuidores de Vigo y alrededores. Encontré opciones, sí, pero ninguna se ajustaba al cien por cien a las medidas o al tipo de acabado que buscaba. Quería algo muy concreto, un perfil con una forma particular que había visto online y que creía ideal para el borde de unas estanterías a medida que también estaba construyendo para ese espacio. Tras varios intentos infructuosos y alguna que otra recomendación, todas las señales empezaron a apuntar hacia una tienda de productos de PVC Santiago de Compostela. Al parecer, allí había un proveedor con un catálogo mucho más amplio y con fama de tener casi cualquier cosa relacionada con el PVC.

Así que, un día entre semana, con las medidas bien anotadas y un esquema de lo que necesitaba, me puse en carretera rumbo a Santiago. El viaje por la AP-9 siempre es agradable, y aunque iba con una misión muy específica, no dejaba de ser una excusa para cambiar de aires. Mi objetivo era un polígono industrial a las afueras de la ciudad donde se encontraba este famoso almacén.

Al llegar, entendí la fama. El lugar era enorme, con una variedad de productos de PVC que nunca había visto junta: desde ventanas y puertas hasta tuberías, planchas, y sí, una sección entera dedicada a perfiles de todas las formas y tamaños imaginables. Con mi lista en mano, me atendió un empleado muy amable que rápidamente identificó lo que buscaba. No solo tenían el perfil exacto, sino que también me aconsejó sobre el adhesivo más adecuado para fijarlo. Cargué las barras de PVC en el coche –con cuidado, porque algunas eran bastante largas– sintiendo esa satisfacción única de haber encontrado justo lo que necesitabas.

El viaje de vuelta a Vigo se sintió más ligero. Llegué a casa, descargué el material y lo contemplé un momento. Puede parecer una tontería hacer un viaje de casi 200 kilómetros ida y vuelta por unos simples perfiles de plástico, pero cuando estás inmerso en un proyecto personal, conseguir los materiales exactos marca la diferencia. Santiago cumplió, y ahora sí, podía continuar con mi reforma sabiendo que el resultado final sería exactamente como lo había imaginado.